Y el momento llegó, y nos dejamos arrastrar por la historia que relata Saramago, que con gran humildad indica que le encantaría saber escribir cuentos para niños para así poder contarnos una bellísima historia sobre un niño. El autor con gran habilidad nos traslada a su mundo imaginario y a su relato, jugando entre narrador, escritor y casi casi lector.
Un niño se convierte en un expedicionario en busca de aventuras, traspasando los límites de lo conocido, adentrándose más allá. Lejos de un mundo falto de valores y de compasión, el niño se convertirá en héroe salvando una flor ajada, solitaria, en medio de ninguna parte. Tal vez sólo un niño podía ser capaz de semejante acto de empatía, solidaridad y valentía.
Una preciosísima y poética historia ilustrada por Joao Caetano que en todo momento mantiene ese paisaje onírico y mágico.
Lo mejor de todo para mí, como madre, ese momento final del cuento en el que de nuevo Saramago juega con el lector consiguiendo una complicidad con el mismo. Dicha complicidad también se extendió entre nosotros: mi hijo, su padre y yo nos miramos con una amplia sonrisa, respondiendo a las preguntas de mi peque, sonriendo ante una historia tan delicada y mágica.
Desde aquí doy Gracias a Saramago por haber sido tan sumamente grande, como escritor y como persona y por hacer que la magia y los valores que trasmite en esta historia nos hicieran sentir un poquito mejores personas. Lo podéis encontrar publicado por Alfaguara.
Pero no so vais a quedar con ganas hoy de más, porque os dejo un enlace con el cuento y con el extraordinario corto que se realizó y que fue galardonado con premios y nominaciones varias.
Las palabras de Saramago resuenan en mi cabeza cada vez que las leo...
” ¿Y si las historias para niños fueran
de lectura obligatoria para los adultos?
¿Seríamos realmente capaces de aprender
lo que, desde hace tanto tiempo venimos enseñando?”
José Saramago
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