Nuestro peque cumple hoy dos añitos. Se entrelazan emociones encontradas. Nació nuestro hijo cuando meses antes habíamos abandonado toda esperanza de ser padres biológicos. Puede que nuestro inmenso deseo por tener un hijo influyera para que las energías del universo quisieran concedernos ese pequeño milagro. Hoy rememoro con emoción los momentos en que le dí la vida a nuestro hijo.
Parecía que nuestro peque tenía prisa por nacer. Tuve contracciones desde la semana 32 y el cuello modificado. A la vista de esto, me indicaron reposo relativo, pero al día siguiente tuve que ir a urgencias y a la vista de la situación, me dieron medicación para parar las contracciones y reposo... ¡¡¡y tenía la casa en obras y con albañiles por todas partes!!!. Esa semana terminaban y estuvo viniendo mi hermana por la mañana para echarme una mano y estar al tanto de los obreros. Las siguientes semanas, me dejaba mi marido por la mañana en casa de mi hermana y cuando volvía de trabajar comíamos allí y después para casa. Así hasta la semana 35.
Comentado con la matrona, me dijo que continuara con la medicación hasta la 37, y que fuera bajando la dosis progresivamente y ya en esta semana. Cuando cesó la medicación, comenzaron nuevamente las contracciones.
Durante todo el embarazo tuve que inyectarme heparina por una mutación de un gen que podía dar lugar a problemas de coagulación, de ahí podían venir mis anteriores micro abortos y aborto. Así que, a pesar de que al principio del embarazo me dijeron que faltando 2 ó 3 semanas, podría dejar de inyectarme, todos los ginecólogos y obstetras que me vieron me indicaron después lo contrario, pero tenía que llevar mucho cuidado porque si tenía contracciones, no debía ponerme la heparina ese día e ir a urgencias, “para que valoraran”, ¿y qué iba a hacer yo, si tenía contracciones todos los días?; cuando llegaba la hora del pinchazo, mis sentidos se amplificaban, buscando señales de contracciones más fuertes o distintas con el fin de valorar si me pinchaba o no... y después de hacerlo, lo mismo; era una preocupación constante.
De 39 semanas (27/8), tenía control de monitores y allí con 1 cm de dilatación y cuello modificado, decidieron darme fecha para el día 1 de septiembre y “programar” todo lo concerniente a suspensión de medicación y parto. No tenía información al respecto y estaba todo el día preocupada puesto que me habían indicado que debían pasar de 12 a 24 horas desde que me suministrara la heparina hasta el parto, puesto que de lo contrario, habría riesgo de hemorragias, así que no sabía si iba a llegar y por otra parte, si llegaba tal vez fuera una preocupación menos que lo “tuvieran controlado”.
Al día siguiente me desperté con contracciones como tantos otros, pero no me encontraba bien y se trataba de contracciones irregulares, pero más o menos cada 5 minutos, además de encontrarme “rara”. Mi marido es comercial, así que está casi todo el día en carretera y tenía miedo de que el día elegido por nuestro hijo, él se encontrara a bastantes kilómetros de distancia y no pudiera contar con su compañía y serenidad. Le llamé al móvil del trabajo y como ese día se encontraba todavía en la oficina, le dije que no se fuera muy lejos que no me encontraba bien. A media mañana se presentó en casa, porque le habían llamado de la ITV que la teníamos pendiente de pasar por una documentación que no nos dieron cuando se compró el vehículo y ante mi insistencia, se fué a entregarlos, porque no quería alarmarle. Cuando volvió, le dije que ya no se fuera y que era buen momento para ir a urgencias, porque no paraban y llegado el momento no sabría si ponerme o no la medicación, así que lo mejor era ir antes de la hora de comer.
Llegué sobre las 13:30 ó 14:00 h. Una vez allí, me conectaron en monitores y mientras esperaba algo ansiosa comencé a notar un dolor en aumento en la costilla flotante del lado izquierdo. También oí como venía un bebé al mundo en algún paritorio no lejos de donde estaba, por lo que me emocioné enormemente mientras acariciaba mi barriga y miraba la hora de nacimiento de “mi vecino”. Cuando entró la matrona, le comenté que había oído nacer un bebé y la hora, y se sorprendió de mi certeza, sonriendo. Tras de esto miró el monitor y me dijo que no era “concluyente”, pero como iban a reconocerme, podía ser que fuera necesario volver a conectarme a monitores más tiempo.
En el reconocimiento me encontré caras conocidas, puesto que mi embarazo fué considerado de alto riesgo, por mi historial y me conocía a casi todo el personal. Vieron que había ido a monitores el día anterior y me preguntaron cuándo me había inyectado la medicación la última vez. Mi respuesta fué que el día anterior a las 18:00 horas, quedándome tranquila, porque hacían más de 12 horas; eran sobre las 14:40 horas. En el reconocimiento me dijeron que la situación había cambiado mucho, que estaba de 2 cm. de dilatación y el cuello totalmente borrado. Estaba de parto, según me dijeron y me quedaba ingresada. Me dieron un camisón y me dijeron que me cambiara y no me asustara porque sangraba un poco.... me quedé de piedra, ¿por qué sangraba?, no había notado nada “extraño”, intenté relajarme todo lo que pude en el reconocimiento, como siempre y cuando comprobé que efectivamente manchaba el papel de sangre mi pulso se aceleró. Cuando pude, le envié un sms a mi marido diciendo que me quedaba ingresada. Tras ese momento comenzó una ida y venida de matronas y alguna obstetra, dejándome en la cama, con las correas de monitorización puestas y sin preguntarme ni explicarme nada. Pregunté por mi marido y me dijo una matrona no muy amablemente, que le llamarían cuando tuviera colocada la vía y estuviera todo puesto. Me sacó sangre (me hizo un moratón enorme), y no me hizo mucho caso cuando le dije que tenía ganas de orinar. Se puso guantes, cogió una cuña y una lanceta, mientras yo miraba asustada e incrédula: “¿no me digas que me vais a romper la bolsa?”, pregunté, a lo que me contestó con su amabilidad característica: “pues claro, ¿cómo si no quieres ponerte de parto?, y ¿qué quieres parir a tu hijo con membranas y todo?”... Me quedé de piedra, sin saber qué decir, puesto que no tenía “otra información” sobre el parto. Pensé: “¿pero no estaba ya de parto?”. Le contesté educadamente, que sólo preguntaba ya que no me decían nada. Después entró mi marido y su presencia me serenó un poco. Le fuí preguntando por la gráfica de las contracciones, pero llegó un momento en que aquéllo se convirtió en algo insufrible, las contracciones eran horrorosas, no había descanso entre una y otra, tenía un dolor horrible en los riñones y hacia adelante que no desaparecía, las respiraciones no me servían de nada y cuando venía otra contracción seguida a la anterior, no estaba preparada, tenía miedo de hiper ventilarme y no sabía qué hacer con pies y piernas, porque quería... necesitaba apoyarlas en algo, aunque fuera al pie de la cama y pensaba que si hacía eso, empujaría y tal vez no era el momento, nadie me había dicho que pudiera hacer esto, con lo que terminé medio pataleando en la cama a cada contracción. Además el dolor de la costilla había ido también en aumento. Mi marido no sabía qué hacer porque yo estaba desencajada y sólo podía ofrecerme sus manos y su apoyo. Volvieron a reconocerme y dijeron que estaba de 4 cm y que podían llamar al anestesista para la epidural. En ese momento dijeron, que iban a dejarme sólo con mis contracciones mientras venía el anestesista y cerraron el gotero; fué entonces cuando me enteré que me habían puesto oxitocina, sin informarme y/o preguntarme. Esto fué a las 18:00 h. más o menos.
Cuando vino el anestesista, fué como si hubiera llegado un ángel, y aún hoy le recuerdo así. Se llamaba Jorge, era joven, amigo de un conocido y además, un auténtico cielo de hombre, cariñoso, cuidadoso... Mis contracciones seguían siendo muy fuertes, pero podía descansar algo entre una y otra, a pesar de que el dolor de los riñones se mantenía, cuando venía otra, indicaba con la mano que esperasen porque no podía moverme. Jorge fué poco a poco administrándome la anestesia, estando muy atento en todo momento a mis sensaciones, puesto que quería quitarme el dolor, pero no las sensaciones. Y yo comencé a relajarme y a volver a ser yo. Cuanto terminó, me animó diciendo que en unos 10 minutos o un cuarto de hora volvería a pasar a ver cómo iba, que iba a poner otra anestesia para una intervención y pregunó si iban a volver a reconocerme, a lo que le respondieron afirmativamente.
Volvieron a dejar entrar a mi marido y cuando una matrona estaba reconociéndome, noté algo caliente entre mis piernas... me pregunté qué sería si ya me habían roto la bolsa y lo que salía era orina. Pidió una cuña urgente y ví una sonda.. me asusté de nuevo, “no iréis a sondarme”, contestaron, “sí, pero tranquila que es un momento y no te va a doler ni nada, es que tienes la vejiga a reventar”. Entonces la matrona seca y estúpida, dijo “ay, es verdad, que me dijo cuando llegó que se estaba meando”. Uff, si hubiese podido le hubiera dado en la cabeza. La cuña se llenó al completó y cuando ví que se la llevaban con mucho cuidado no dí crédito. Volvió la misma matrona que iba a reconocerme a intentarlo y aquí viene la anécdota divertida de mi parto: llevaba gafas y se le torcieron y como estaba con las manos ocupadas, pidió ayuda para que se las pusieran bien; como estaba frente a mí, pensé que me lo estaba pidiendo y alargué la mano para colocárselas bien, a lo que hubo un “noooooo” por todas y unas risas por parte de la ginecóloga que siguió todo mi parto por privado y que ese día estaba de guardia y de mi marido. Me dijeron “mujer no, tú no, que bastante tienes con lo que tienes” a lo que yo contesté “yo no tengo problema, en lo que pueda ayudar, ayudo”.
Después de esto, la matrona soltó una exclamación y dijo “Ufff, está aquí, estás de 9 cm, colócate un poco de lado para que termine de encajar” y se fueron corriendo dejándonos a mi marido, a mí y mi peque solos. En ese momento me emocioné y me puse a llorar cogida de las manos de mis marido, pasaron por mi cabeza en unos segundos, todos los años de intentos, las pruebas, los tratamientos, las esperas, los pinchazos, el aborto, los micro abortos, los nervios, el abandono de la idea de ser padres.... y después de todo iba a tener a nuestro hijo después de un embarazo espontáneo e inesperado. Lle dije a mi marido: “ya está aquí, no queda nada para conocerle, es nuestro hijo” y nos saltaron las lágrimas a los dos. En ese momento entró, la matrona joven que me había roto la bolsa y nos preguntó “eso supongo que será de emoción y alegría, ¿no?”, a lo que contesté afirmativamente con la cabeza, puesto que tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar. Volvieron a reconocerme y dijeron gritando “A PARITORIO” y yo “¿YA?”.
Me llevaron corriendo, me pasaron al potro (me costó mover las piernas) y me “prepararon”; yo sólo preguntaba si estaba bien o me tenía que mover o hacer algo. La ginecóloga que siguió mi embarazó se puso de rodillas a mi lado, me asusté al verla subir, además es enorme y me dijo que se ponía para ayudarme a empujar si era necesario. Vino una contracción y me dijeron que empujará. La ginecóloga también lo hizo, a pesar de que había dicho que sólo si era necesario. Mi marido estaba tras de mí, dándome apoyo y sujeción. Tomé aire en la misma contracción y volví a empujar. Un sonido salió de mis entrañas ayudando a empujar y quebró mi garganta. Volví a tomar aire, todavía seguía la contracción, volví a empujar mientras notaba una fuerte presión, era la cabeza saliendo. Me dijeron que parara y yo esperaba que me dijeran cuándo volver a empujar, pero en lugar de eso, ví a nuestro hijo que se lo llevaban al lado y un poco atrás de donde yo estaba para pesarle, reconocerle y demás. Dije “¿Ya?”, intentaba volverme para verle, pero no podía, pregunté por la placenta para saber si había salido y me informaron de que sí y que estaba completa y que era pequeña como mi peque. Ya que no le veía, quería oírle llorar o que hiciera algún sonido que me indicara que estaba bien... “¿por qué no llora?, que lloré ya”, finalmente oí el llando y feliz, me relajé y dejé de intentar volverme. Le preguntaron al estrenado papá si quería coger al niño y llevárselo a la mamá y eso hizo. Se le perdía entre los brazos, “¿dónde está ese percentil 85?”, dijo riendo, a lo que la ginecóloga dijo, “déjalo que mira qué bien que ha salido, tiempo tiene de crecer fuera”. Y lo puso a mi lado, con ojos grandes, cara de enfadado (como decía y dice mi marido, por haberle roto la piscina sin su permiso), manos enormes con largos dedos y precioso y Nuestro. Era una realidad, estaba allí con nosotros y eramos uno más en la familia, comenzaba la vida para nuestro esperado, ansiado pequeño milagro. Nació a las 19:05 h. Llegó nuevamente el anestesista y me encontró en paritorio con el niño en brazos mientras me cosían. No daba crédito a que hubiera sido tan sumamente rápido, me felicitó y nos dejaron nuevamente en dilatación, antes de llevarme a la habitación, mientras mi hijo se enganchaba ávidamente a mi pecho.
Comentado con la matrona, me dijo que continuara con la medicación hasta la 37, y que fuera bajando la dosis progresivamente y ya en esta semana. Cuando cesó la medicación, comenzaron nuevamente las contracciones.
Durante todo el embarazo tuve que inyectarme heparina por una mutación de un gen que podía dar lugar a problemas de coagulación, de ahí podían venir mis anteriores micro abortos y aborto. Así que, a pesar de que al principio del embarazo me dijeron que faltando 2 ó 3 semanas, podría dejar de inyectarme, todos los ginecólogos y obstetras que me vieron me indicaron después lo contrario, pero tenía que llevar mucho cuidado porque si tenía contracciones, no debía ponerme la heparina ese día e ir a urgencias, “para que valoraran”, ¿y qué iba a hacer yo, si tenía contracciones todos los días?; cuando llegaba la hora del pinchazo, mis sentidos se amplificaban, buscando señales de contracciones más fuertes o distintas con el fin de valorar si me pinchaba o no... y después de hacerlo, lo mismo; era una preocupación constante.
De 39 semanas (27/8), tenía control de monitores y allí con 1 cm de dilatación y cuello modificado, decidieron darme fecha para el día 1 de septiembre y “programar” todo lo concerniente a suspensión de medicación y parto. No tenía información al respecto y estaba todo el día preocupada puesto que me habían indicado que debían pasar de 12 a 24 horas desde que me suministrara la heparina hasta el parto, puesto que de lo contrario, habría riesgo de hemorragias, así que no sabía si iba a llegar y por otra parte, si llegaba tal vez fuera una preocupación menos que lo “tuvieran controlado”.
Al día siguiente me desperté con contracciones como tantos otros, pero no me encontraba bien y se trataba de contracciones irregulares, pero más o menos cada 5 minutos, además de encontrarme “rara”. Mi marido es comercial, así que está casi todo el día en carretera y tenía miedo de que el día elegido por nuestro hijo, él se encontrara a bastantes kilómetros de distancia y no pudiera contar con su compañía y serenidad. Le llamé al móvil del trabajo y como ese día se encontraba todavía en la oficina, le dije que no se fuera muy lejos que no me encontraba bien. A media mañana se presentó en casa, porque le habían llamado de la ITV que la teníamos pendiente de pasar por una documentación que no nos dieron cuando se compró el vehículo y ante mi insistencia, se fué a entregarlos, porque no quería alarmarle. Cuando volvió, le dije que ya no se fuera y que era buen momento para ir a urgencias, porque no paraban y llegado el momento no sabría si ponerme o no la medicación, así que lo mejor era ir antes de la hora de comer.
Llegué sobre las 13:30 ó 14:00 h. Una vez allí, me conectaron en monitores y mientras esperaba algo ansiosa comencé a notar un dolor en aumento en la costilla flotante del lado izquierdo. También oí como venía un bebé al mundo en algún paritorio no lejos de donde estaba, por lo que me emocioné enormemente mientras acariciaba mi barriga y miraba la hora de nacimiento de “mi vecino”. Cuando entró la matrona, le comenté que había oído nacer un bebé y la hora, y se sorprendió de mi certeza, sonriendo. Tras de esto miró el monitor y me dijo que no era “concluyente”, pero como iban a reconocerme, podía ser que fuera necesario volver a conectarme a monitores más tiempo.
En el reconocimiento me encontré caras conocidas, puesto que mi embarazo fué considerado de alto riesgo, por mi historial y me conocía a casi todo el personal. Vieron que había ido a monitores el día anterior y me preguntaron cuándo me había inyectado la medicación la última vez. Mi respuesta fué que el día anterior a las 18:00 horas, quedándome tranquila, porque hacían más de 12 horas; eran sobre las 14:40 horas. En el reconocimiento me dijeron que la situación había cambiado mucho, que estaba de 2 cm. de dilatación y el cuello totalmente borrado. Estaba de parto, según me dijeron y me quedaba ingresada. Me dieron un camisón y me dijeron que me cambiara y no me asustara porque sangraba un poco.... me quedé de piedra, ¿por qué sangraba?, no había notado nada “extraño”, intenté relajarme todo lo que pude en el reconocimiento, como siempre y cuando comprobé que efectivamente manchaba el papel de sangre mi pulso se aceleró. Cuando pude, le envié un sms a mi marido diciendo que me quedaba ingresada. Tras ese momento comenzó una ida y venida de matronas y alguna obstetra, dejándome en la cama, con las correas de monitorización puestas y sin preguntarme ni explicarme nada. Pregunté por mi marido y me dijo una matrona no muy amablemente, que le llamarían cuando tuviera colocada la vía y estuviera todo puesto. Me sacó sangre (me hizo un moratón enorme), y no me hizo mucho caso cuando le dije que tenía ganas de orinar. Se puso guantes, cogió una cuña y una lanceta, mientras yo miraba asustada e incrédula: “¿no me digas que me vais a romper la bolsa?”, pregunté, a lo que me contestó con su amabilidad característica: “pues claro, ¿cómo si no quieres ponerte de parto?, y ¿qué quieres parir a tu hijo con membranas y todo?”... Me quedé de piedra, sin saber qué decir, puesto que no tenía “otra información” sobre el parto. Pensé: “¿pero no estaba ya de parto?”. Le contesté educadamente, que sólo preguntaba ya que no me decían nada. Después entró mi marido y su presencia me serenó un poco. Le fuí preguntando por la gráfica de las contracciones, pero llegó un momento en que aquéllo se convirtió en algo insufrible, las contracciones eran horrorosas, no había descanso entre una y otra, tenía un dolor horrible en los riñones y hacia adelante que no desaparecía, las respiraciones no me servían de nada y cuando venía otra contracción seguida a la anterior, no estaba preparada, tenía miedo de hiper ventilarme y no sabía qué hacer con pies y piernas, porque quería... necesitaba apoyarlas en algo, aunque fuera al pie de la cama y pensaba que si hacía eso, empujaría y tal vez no era el momento, nadie me había dicho que pudiera hacer esto, con lo que terminé medio pataleando en la cama a cada contracción. Además el dolor de la costilla había ido también en aumento. Mi marido no sabía qué hacer porque yo estaba desencajada y sólo podía ofrecerme sus manos y su apoyo. Volvieron a reconocerme y dijeron que estaba de 4 cm y que podían llamar al anestesista para la epidural. En ese momento dijeron, que iban a dejarme sólo con mis contracciones mientras venía el anestesista y cerraron el gotero; fué entonces cuando me enteré que me habían puesto oxitocina, sin informarme y/o preguntarme. Esto fué a las 18:00 h. más o menos.
Cuando vino el anestesista, fué como si hubiera llegado un ángel, y aún hoy le recuerdo así. Se llamaba Jorge, era joven, amigo de un conocido y además, un auténtico cielo de hombre, cariñoso, cuidadoso... Mis contracciones seguían siendo muy fuertes, pero podía descansar algo entre una y otra, a pesar de que el dolor de los riñones se mantenía, cuando venía otra, indicaba con la mano que esperasen porque no podía moverme. Jorge fué poco a poco administrándome la anestesia, estando muy atento en todo momento a mis sensaciones, puesto que quería quitarme el dolor, pero no las sensaciones. Y yo comencé a relajarme y a volver a ser yo. Cuanto terminó, me animó diciendo que en unos 10 minutos o un cuarto de hora volvería a pasar a ver cómo iba, que iba a poner otra anestesia para una intervención y pregunó si iban a volver a reconocerme, a lo que le respondieron afirmativamente.
Volvieron a dejar entrar a mi marido y cuando una matrona estaba reconociéndome, noté algo caliente entre mis piernas... me pregunté qué sería si ya me habían roto la bolsa y lo que salía era orina. Pidió una cuña urgente y ví una sonda.. me asusté de nuevo, “no iréis a sondarme”, contestaron, “sí, pero tranquila que es un momento y no te va a doler ni nada, es que tienes la vejiga a reventar”. Entonces la matrona seca y estúpida, dijo “ay, es verdad, que me dijo cuando llegó que se estaba meando”. Uff, si hubiese podido le hubiera dado en la cabeza. La cuña se llenó al completó y cuando ví que se la llevaban con mucho cuidado no dí crédito. Volvió la misma matrona que iba a reconocerme a intentarlo y aquí viene la anécdota divertida de mi parto: llevaba gafas y se le torcieron y como estaba con las manos ocupadas, pidió ayuda para que se las pusieran bien; como estaba frente a mí, pensé que me lo estaba pidiendo y alargué la mano para colocárselas bien, a lo que hubo un “noooooo” por todas y unas risas por parte de la ginecóloga que siguió todo mi parto por privado y que ese día estaba de guardia y de mi marido. Me dijeron “mujer no, tú no, que bastante tienes con lo que tienes” a lo que yo contesté “yo no tengo problema, en lo que pueda ayudar, ayudo”.
Después de esto, la matrona soltó una exclamación y dijo “Ufff, está aquí, estás de 9 cm, colócate un poco de lado para que termine de encajar” y se fueron corriendo dejándonos a mi marido, a mí y mi peque solos. En ese momento me emocioné y me puse a llorar cogida de las manos de mis marido, pasaron por mi cabeza en unos segundos, todos los años de intentos, las pruebas, los tratamientos, las esperas, los pinchazos, el aborto, los micro abortos, los nervios, el abandono de la idea de ser padres.... y después de todo iba a tener a nuestro hijo después de un embarazo espontáneo e inesperado. Lle dije a mi marido: “ya está aquí, no queda nada para conocerle, es nuestro hijo” y nos saltaron las lágrimas a los dos. En ese momento entró, la matrona joven que me había roto la bolsa y nos preguntó “eso supongo que será de emoción y alegría, ¿no?”, a lo que contesté afirmativamente con la cabeza, puesto que tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar. Volvieron a reconocerme y dijeron gritando “A PARITORIO” y yo “¿YA?”.
Me llevaron corriendo, me pasaron al potro (me costó mover las piernas) y me “prepararon”; yo sólo preguntaba si estaba bien o me tenía que mover o hacer algo. La ginecóloga que siguió mi embarazó se puso de rodillas a mi lado, me asusté al verla subir, además es enorme y me dijo que se ponía para ayudarme a empujar si era necesario. Vino una contracción y me dijeron que empujará. La ginecóloga también lo hizo, a pesar de que había dicho que sólo si era necesario. Mi marido estaba tras de mí, dándome apoyo y sujeción. Tomé aire en la misma contracción y volví a empujar. Un sonido salió de mis entrañas ayudando a empujar y quebró mi garganta. Volví a tomar aire, todavía seguía la contracción, volví a empujar mientras notaba una fuerte presión, era la cabeza saliendo. Me dijeron que parara y yo esperaba que me dijeran cuándo volver a empujar, pero en lugar de eso, ví a nuestro hijo que se lo llevaban al lado y un poco atrás de donde yo estaba para pesarle, reconocerle y demás. Dije “¿Ya?”, intentaba volverme para verle, pero no podía, pregunté por la placenta para saber si había salido y me informaron de que sí y que estaba completa y que era pequeña como mi peque. Ya que no le veía, quería oírle llorar o que hiciera algún sonido que me indicara que estaba bien... “¿por qué no llora?, que lloré ya”, finalmente oí el llando y feliz, me relajé y dejé de intentar volverme. Le preguntaron al estrenado papá si quería coger al niño y llevárselo a la mamá y eso hizo. Se le perdía entre los brazos, “¿dónde está ese percentil 85?”, dijo riendo, a lo que la ginecóloga dijo, “déjalo que mira qué bien que ha salido, tiempo tiene de crecer fuera”. Y lo puso a mi lado, con ojos grandes, cara de enfadado (como decía y dice mi marido, por haberle roto la piscina sin su permiso), manos enormes con largos dedos y precioso y Nuestro. Era una realidad, estaba allí con nosotros y eramos uno más en la familia, comenzaba la vida para nuestro esperado, ansiado pequeño milagro. Nació a las 19:05 h. Llegó nuevamente el anestesista y me encontró en paritorio con el niño en brazos mientras me cosían. No daba crédito a que hubiera sido tan sumamente rápido, me felicitó y nos dejaron nuevamente en dilatación, antes de llevarme a la habitación, mientras mi hijo se enganchaba ávidamente a mi pecho.
Que bonito Inma, es un momento único y maravilloso. Tengo unos amigos que llevan un montón de intentos y el último lo han vuelto a perder... Ojalá ellos consigan su pequeño milagro.
ResponderEliminarAdemás que bebé más bonito!! Que despierto el tío!!
Un besito
Ufff, pero ¿cómo se me pasó este comentario? :-/, lo siento mucho Nui!!!.
EliminarTodo nacimiento es único y maravilloso. Espero que tus amigos lo consigan o lo hayan conseguido ya.
Cierto, estaba muuy despierto, así sigue... jajajaja.
Muchos Besotes!!!.
Paseando un poquito por aquí me he encontrado con esta maravillosa foto. Que bonito veros así, recienen encontrados.
ResponderEliminarUn beso amiga
Cada vez que veo una foto de éstas, leo, recuerdo, me emociono sin poder evitarlo... pero ¿y quién no Carmen? :*).
EliminarMuchísimos Besotes Guapa!!!.