Desde que estás con nosotros tus manitas han sido objeto de atención; fueron protagonistas cuando te vimos por primera vez, eran grandes en proporción a tu tamaño, de largos y delicados deditos. Inmediatamente éstos capturaron con fuerza la mano que yo acerqué y con la que te acaricié.
Manos pequeñas de bebé pero fuertes y firmes, deliciosamente suaves y cálidas, capaces de transmitir cualquier emoción de tu pequeño ser. Crispadas, con enfado y hambre, buscando a tientas esas otras manos que te envuelven, sostienen y acarician tu tibio cuerpo.
Pudiera haber sido sólo el reflejo de prensión, característico en todos los bebés, pero en tu caso era más, en momentos de desvelo, de cólicos, de sueño, buscabas ansioso nuestras manos y ante su contacto, la serenidad te envolvía y con ella nos embargaba la ternura, la traquilidad. Firmemente cogido con tus manos a mi mano, descansabas sereno y confiado.
Juguetonas apuntando el pirmer añito y acompañadas de enormes sonrisas con gestos y canciones. Ligeras y delicadas con las primeras caricias que nos destinabas, mientras nos derretimos con su contacto. Y también certeras en los primeros enfados y rabietas, huyendo entonces de ellas.
Tras 17 meses, tus manos me maravillan aún más si cabe. Cada vez que con tu manita buscas la mía, para que te acompañe o para seguirme, para ir sentados uno al lado del otro en el coche, para tomar la leche, para serenarte, para relajarte y dormir... me hacen sentir el ser más féliz, incrédula aún en ocasiones de que decidieras llegar a nuestras vidas para llenarlas, para enseñarnos, para amarnos y ser amado.
Corazón, siempre tendrás mis manos para tí y siempre que tiendas las tuyas, allí estaremos, junto a tí.
Manos pequeñas de bebé pero fuertes y firmes, deliciosamente suaves y cálidas, capaces de transmitir cualquier emoción de tu pequeño ser. Crispadas, con enfado y hambre, buscando a tientas esas otras manos que te envuelven, sostienen y acarician tu tibio cuerpo.
Pudiera haber sido sólo el reflejo de prensión, característico en todos los bebés, pero en tu caso era más, en momentos de desvelo, de cólicos, de sueño, buscabas ansioso nuestras manos y ante su contacto, la serenidad te envolvía y con ella nos embargaba la ternura, la traquilidad. Firmemente cogido con tus manos a mi mano, descansabas sereno y confiado.
Juguetonas apuntando el pirmer añito y acompañadas de enormes sonrisas con gestos y canciones. Ligeras y delicadas con las primeras caricias que nos destinabas, mientras nos derretimos con su contacto. Y también certeras en los primeros enfados y rabietas, huyendo entonces de ellas.
Tras 17 meses, tus manos me maravillan aún más si cabe. Cada vez que con tu manita buscas la mía, para que te acompañe o para seguirme, para ir sentados uno al lado del otro en el coche, para tomar la leche, para serenarte, para relajarte y dormir... me hacen sentir el ser más féliz, incrédula aún en ocasiones de que decidieras llegar a nuestras vidas para llenarlas, para enseñarnos, para amarnos y ser amado.
Corazón, siempre tendrás mis manos para tí y siempre que tiendas las tuyas, allí estaremos, junto a tí.
Tienes un premio en mi blog!
ResponderEliminarMe ha hecho muchísima ilusión... ¡¡muchas gracias!!.
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